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sábado, 5 de enero de 2008

Un 2008 con más preguntas que respuestas...

por Jorge Santiago Miranda

Quizás la seguridad sobre que harán nuestros gobernantes será un patrimonio casi exclusivo del ámbito municipal. La aplastante victoria de Miguel Lifschitz en septiembre último marca ya una estricta continuidad con los anteriores cuatro años de gestión, es decir: servicios públicos caros y deficientes, profundización del perfil turístico, abandono de las políticas sociales y total indiferencia ante el preocupante incremento de los índices de violencia social. Sinceramente, parece la hora de que todo el arco opositor se pregunte que está haciendo mal para que, un tipo que para festejar su asunción nos encaja un tarifazo a todos los rosarinos, gane las elecciones con un 57 %. La culpa no es del sapo, sino del que le da de comer.
Por su parte, en el ámbito provincial, la norma es la indefinición, lo cual, por otro lado, no podría ser de otra manera. Seguramente, los socialistas y sus aliados esperaran hasta fines de febrero, al menos, para terminar de cuantificar el descalabro que dejaron veinticuatro años de gestión justicialista – a pesar de que los últimos cuatro años de Obeid fueron, al menos, menos malos que los anteriores veinte –. Hasta marzo, no veremos más que algunos cruces entre el partido entrante y el saliente, algunas muestras de intención y debates sobre temas genéricos – reforma constitucional por lo pronto – pero no esperemos muchas medidas concretas que marquen el perfil del nuevo gobierno. Igualmente, hasta el momento parece entreverse una tendencia clara a provincializar políticas que se aplicaron en el campo municipal, especialmente en lo relativo a la descentralización. Ahora bien, descentralizar en Rosario, es una cosa, ahora, en una provincia con las disparidades de desarrollo de Santa Fe, parece al menos como riesgoso. Si bien, la centralización administrativa en la capital ha sido un obstáculo fuerte, el socialismo deberá demostrar cintura política y capacidad creativa para crear formas innovadoras para permitir que la descentralización tienda más a igualar las diferencias e inequidades que a profundizarlas – recordemos que basándose en el peligro de la descentralización, el justicialismo evitó que su derrota fuera aún más estruendosa –.
Empero, lo más preocupante, resulta que las dudas aparezcan en el ámbito nacional. La estricta continuidad a través de Cristina Fernández es precisamente lo que ocasiona dudas. Muchas veces, en las emisiones de Senda Nacional, hemos dicho que la administración Kirchner era el gobierno a medias, y no porque hiciera las cosas por la mitad, sino que era más bien una especie de promedio de sus distintas acciones. Marcha treinta metros a la derecha, luego marcha treinta a la izquierda, y, finalmente, promediando, se quedaría en el centro…
El eje de campaña del kirchnerismo fue la solidificación del gobierno para permitir el desarrollo de un proyecto nacional que, por diversas cuestiones, no había podido terminar de afirmarse en los cuatros años anteriores. Por lo bajo, y apuntando hacia la izquierda del espacio político reunido tras la candidatura Fernández–Cobos, se decía que este proyecto pasaba por una distribución más equitativa de la riqueza e integración latinoamericana en sintonía con el proceso llevado adelante por Chávez en Venezuela. En fin, esto se decía, pero…
Está bien, hubo un par de gestos importantes como el lanzamiento del Banco del Sur en Buenos Aires y la activa participación de Néstor Kirchner en la frustrada operación de rescate de los rehenes de las FARC, sin dudas que estos gestos representan un fuerte apoyo argentino al compañero Chávez en su momento más complejo – la derrota en el referéndum constitucional, ha permitido el avance de los sectores de derecha en coordinación con la izquierda cipaya contra el profundo proceso revolucionario que hoy encabezan Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador –. Especialmente, la activa participación en las negociaciones con la FARC, estableció un claro compromiso argentino con la fuerte jugada política de Chávez para no perder la iniciativa estratégica.
No obstante, tales signos no tienen un correlato local. El joven Ministro de Economía, Martín Lousteau, se declara a favor de la continuidad del modelo económico con tipo de cambio alto y retención a las importaciones. Es cierto, a través de tal modelo se logro bajar los índices de desocupación y de pobreza – a pesar de los mamarrachos del INDEC, esta baja es cierta –, pero, si se quiere avanzar sobre una más equitativa distribución de la riqueza, deberíamos hablar de una profundización de estas medidas económicas que en su esencia se mantienen casi inalterables desde el interregno de Eduardo Duhalde.
Largamente fue publicitado un plan estratégico nacional, y, sin embargo, tanto De Vido como Tomada, Lousteau y la propia Cristina aparecen más envueltos en la discusión por las paritarias – además tomando partido más cerca de los empresarios que de los trabajadores – que del desarrollo un proyecto que permita un crecimiento económico sobre bases más sólidas que el precio elevado de la soja.
Lo único que se podría enrolar en este proyecto estratégico sería la fuerte participación presidencial a favor del ahorro energético – el cual va bastante más allá de las lamparitas de bajo consumo y el adelanto de la hora –, es más, aquí, si se observo una predisposición gubernamental para limitar las exigencias del sector empresarial – no tan fuerte como nosotros hubiésemos querido, pero algo es algo –. Sin embargo, el ahorro energético por el simple hecho de ahorrar energía es como acumular reservas en el Banco Central por el simple hecho de acumular reservas. Si uno y otro ahorro no van a ser utilizados para fomentar un verdadero crecimiento económico que no dependa de condiciones coyunturales del mercado internacional, serán completamente inútiles.
Sinceramente, nadie sabe en que va a ser utilizado este ahorro y ni, tan siquera, sabemos si alguien piensa en utilizarlo.
Un dato más, el ahorro energético tendría sentido en un marco de recuperación de la decisión soberana en materia energética. En este sentido fue presentada la argentinización del 25% de REPSOL-YPF, igual antes lo fue la indescifrable e inexplicable ENARSA, con la compra por parte del Grupo Petersen. ¿Ahora bien, qué es este Grupo Petersen que gastará U$S 3.750 millones en esta operación?. Bien, el Grupo, vinculado a Eskenazi, participa de esta compra a través de Petersen Energía S.A., no aparece en el registro de sociedades anónimas de la Inspección General de Justicia, por el contrario si está inscripta en el Registro Mercantil de Madrid. Primer problema, la argentinización parte con una compañía española. Segundo problema, el capital total de Petersen Energía S.A. es de 60 mil euros…
¿Cómo una empresa con 60 mil euros se gasta U$S 2.235 millones en comprar un primer 15 % de REPSOL-YPF? Simple, financia el 90 % de la compra, la mitad por la propia REPSOL…Huele feo, feo, y, hasta muy feo.
En fin, este es el 2008, con más preguntas que respuestas, o… Sí, quizás las respuestas estén pero no tengamos demasiadas ganas de verlas. Los dejo, me voy a comprar una lamparita de bajo consumo.