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jueves, 31 de enero de 2008

Tren bala: zonceras y sandeces

por Jorge Santiago Miranda

Desde que el adefesio este del tren bala, el TAVE “Cobra”, comenzó a tomar más cuerpo que otros devaneos faraónicos de los gobernantes que nos supimos conseguir (del traslado de la capital a Viedma a los aviones estratosféricos de Menem) hemos recibido por todos los medios posibles un aluvión de zonceras y sandeces que revelan el nivel de patetismo que goza la corporación política argentina.
Innumerables voces se alzan en contra señalando, en líneas generales, que es un despropósito semejante proyecto cuando el estado actual de las vías no permite superar los 50 Km/h. Por otro lado se critican los costos del proyecto (se han declarado un monto de algo más de US$ 1.300 millones, aunque las partidas presupuestarias asignadas llegan a los US$ 11.600 millones), los costos del pasaje (en el trayecto Rosario – Retiro se habla de $ 200) y la rentabilidad. La mayoría de estos argumentos son, cuando menos, razonables, pero parten de puntos de vista equivocados.
Respecto a la rentabilidad, resulta claro que ninguna empresa privada hace una inversión donde necesariamente va a perder dinero, así que… Desde el punto de vista estatal, pensar en que las inversiones en infraestructura deben ser rentables es algo así como… No, no hay palabras para describir una idea que se creía desterrada con la caída en desgracia del menemismo. Las inversiones en infraestructura deben hacerse desde un punto de vista estratégico (desde un proyecto nacional determinado) más allá de su rentabilidad, ese pensamiento abortó en los 90 un sinnúmero de proyectos auténticamente nacionales que iban desde trenes rápidos hasta programas espaciales, pasando por un completo plan de desarrollo energético que nos evitaría andar discutiendo sobre las bondades de las lamparitas de bajo consumo o si el cambio horario ahorra medio megavatio.
La rentabilidad de un proyecto de estas características tiene que ver muy poco con la explotación, el rédito viene de la generación de 5.000 puestos de trabajo directos y 20.000 inducidos, además de menudencias tales como la transferencia de una tecnología que hoy no tenemos y todas las obras necesarias para que este adefesio logre alcanzar sus 300 kilómetros por hora y no los 40 ó 50 que permite el actual tendido ferroviario.
Sin embargo, lo más preocupante es la incapacidad de la corporación política para entender la escala de comparación de este proyecto, sin dudas faraónico. Si tomamos como medida del tren bala la antigua red ferroviaria, nos estaremos equivocando de cabo a rabo. Pero, esta confusión es propiciada desde el gobierno, lo cual revela el principal problema del TAVE “Cobra” que es la total carencia de un proyecto estratégico en el que semejante inversión tome sentido.
Los trenes rápidos y de alta velocidad tienen muy poco que ver con los viejos ferrocarriles, de hecho, este tipo de ingenio compite directamente con el mercado aéreo. Cuando hablamos de los costos, de la rentabilidad y el impacto ambiental comencemos a enterarnos de que hablamos y comparémoslos con la construcción de siete aeropuertos internacionales que soportan el tráfico diario de una flota de treinta novísimos Airbus A-318 en un trayecto de 710 Km.
De hecho, el tren bala tiene poco y nada que ver la recuperación del viejo tendido ferroviario, más bien tiende a ser totalmente independiente. Su razón de ser es agilizar los negocios que se realizan entre los grandes centros urbanos y no establecer una red federal que promueva el desarrollo urbano y social – cosa que, excepto durante el primer peronismo, tampoco intento ser la antigua red ferroviaria –. Recuperar los antiguos 36.000 kilómetros de vías y los 95.000 trabajadores ferroviarios es otra cosa, aunque el gobierno confunda los términos, pero, lo más grave es que todo el arco opositor, en otra extraña mancomunión que va desde la izquierda troskista hasta la derecha reaccionaria, caiga en este juego absurdo.
Sobre la constante estupidez de la izquierda argentina poco podemos decir, valga observar como, a pesar del cuantioso aporte de Pino Solanas, en las últimas elecciones apenas logra menos de un 5 % de los votos entre sus innumerables expresiones. Sobre la derecha habría que ser más puntillosos y no nos sobra el espacio, valga señalar que importantes lobbys podrían resultar perjudicados en una reformulación seria de la red de transporte en Argentina.
Pero he aquí lo triste. Nadie con dos dedos de frente puede oponerse a semejante inversión en infraestructura o a la generación de 25.000 puestos de trabajo, el problema es que semejante esfuerzo no presenta un proyecto marco en el cual pueda encajar. Muestra de ello es que los próximos proyectos de trenes rápidos o alta velocidad que maneja el gobierno son los de Buenos Aires–Mendoza, defendible por coincidir con el corredor bioceánico, pero también el de Buenos Aires–Mar del Plata… ¿Buenos Aires–Mar del Plata? Sí. No hay aquí la razón de un tráfico comercial creciente como podría ser un trayecto Buenos Aires–Bahía Blanca, muchísimo menos un turismo extranjero de alto poder adquisitivo que lo aproveche como sería un trayecto Buenos Aires–Puerto Iguazú, Buenos Aires–Salta o el mismísimo Buenos Aires–Mendoza.
La improvisación de los gobernantes que nos supimos conseguir es palpable. Esto es triste, pero es más triste que desde la oposición sólo se atine a contestar de manera errática a una agenda impuesta a los tropezones…
Sin dudas, ni por asomo este proyecto es lo mejor que se pudiera haber hecho. Este autor, sin temor a equivocarse, sostiene que sería mucho más útil un tren rápido, con velocidades algo inferiores pero que además de agilizar las gestiones comerciales o competir con el mercado aéreo pudiera servir para canalizar parte del transporte terrestre que hoy por hoy amenaza con hacer colapsar el sistema de rutas nacionales. No obstante, lo cierto es que en menos de dos meses se comenzará con la construcción de este proyecto y no otro, sería bueno que alguien, ya sea el gobierno o la oposición, empiece a elaborar al menos un esbozo de propuesta para ver como hacemos encajar semejante inversión en infraestructura en un plan estratégico para el desarrollo nacional… Pero, nada… Se dicen sandeces y zonceras, se parte desde puntos de comparación totalmente errados. Mientras, el tren bala agilizará negocios, las hidrovías y autopistas permitirán un traslado más eficiente – y a precio vil – de nuestra riquezas hacia el extranjero, etcétera, etcétera…